AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Patria

“Solicito héroe”,-decía aquel lacónico mensaje en un periódico matutino. 

                Llamé al teléfono que estaba en la parte de abajo de la inserción pagada y me contestó una voz de mujer, una voz cansada que reflejaba un intenso pero resignado sufrimiento. 

                -“¿Usted puso el anuncio en el periódico?”-pregunté. 

                -“Sí.  ¿Quién habla?” 

                -“Soy el héroe que necesita”. 

                -“¿De veras? ¿En qué se basa para decir que es usted un héroe?” 

                -“Bueno.  Yo puedo volar, saltar edificios, levantar un ferrocarril, las balas rebotan en mi pecho, me preocupa la humanidad antes que mi propio bienestar,… ahhh, y tengo una personalidad secreta”. 

                -Bien.  Bien.  Puede que lo necesitemos.  Haga el favor de llamar en tres días para darle nuestra respuesta. 

                En los siguientes tres días me olvidé por completo de la extraña mujer y me dediqué a hacer lo que mejor hacen los superhéroes: luché contra un monstruo de otra galaxia, salvé a miles de personas que iban a perecer en la erupción de un volcán y desvié la trayectoria de un meteorito que venía directo a la Tierra.  Nada fuera de lo común. 

                En mi papel de José Rivas mi trabajo en el periódico El Globo absorbió la mayor parte de mi tiempo: un reportaje sobre los efectos de un temblor, la entrevista exclusiva con el Secretario de Finanzas del país y varias coberturas especiales de eventos políticos relacionados con la campaña para la Presidencia. 

                Al cumplirse los tres días recordé la cita. 

                Marqué al número telefónico y nuevamente me contestó aquella voz cascada: 

                -“¿Diga?” 

                -“Soy yo nuevamente.  Quiero ver si ya decidieron sobre el puesto de héroe que ofrecen”. 

                -“¡Ahhh, sí!  Mire, joven, lo siento.  Tal vez usted cubra los requisitos para ser un héroe de ficción, pero aquí necesitamos uno de carne y hueso.  El héroe que necesitamos debe ser un ciudadano común y corriente, que sea productivo en su trabajo, que pague sus impuestos, que nunca se pase un alto, que viva con y para su familia, en fin, un ciudadano ejemplar.  ¿Conoce a alguien así?” 

                -“No.  No conozco a nadie así”,-repliqué tristemente. 

                Dejé el teléfono y me marché, a proseguir mi lucha por la justicia. 

                En su despacho, la madre Patria también colgó el aparato. 

                -“¡Qué difícil es encontrar en estos días a un verdadero héroe!”-y su voz sonó más cansada que nunca.