AL VUELO/ Por Pegaso

Opinión

Nostradamus

Caballeras, caballeros y caballeres. Damas, damos y dames: ¡No se crean todo lo que vean, lean y escuchen en las redes sociales e Internet. No todo es real. Hay que estar bien trucha para que no nos engañen. 

Por ejemplo, acabo de ver un video de El Universal titulado: “Da miedo, el nuevo Nostradamus advierte por el 666 en la coronación de Carlos III”. 

No porque lo dice El Universal tenemos que creerlo. Hay contenido clasificado como entretenimiento dentro de los medios de comunicación “serios”. Aquí el chiste es saber diferenciar entre lo que es “entretenimiento” y lo que es material informativo, porque no nos lo dicen. 

El video narra que el brasileño Athos Salomé, conocido como “el nuevo Nostradamus”, por haber predicho la muerte de la reina Isabel I de Inglaterra, encontró una alusión al número 666 en la coronación del rey Carlos III (sí, el mismo que dejó a la flaca pero guapetona Lady Di por la espantosa Camila Parker). 

Asegura el pitoniso carioca que la coronación ocurrió 6 meses, 6 semanas y 6 días después del funeral de la Chabela. 

Eso significa que Charly tiene la marca 666 detrás de él, aunque asegura que no es el Anticristo. 

Entre los grandes “logros” del Nostradamus moderno está el haber predicho la pandemia de COVID 19, que el equipo de futbol de Argentina llegaría a la final y que la doña Chabe estiraría la pata. 

Quiero pensar que el encabezado de El Universal: “Da miedo, el nuevo Nostradamus advierte…” no es una sensación generalizada. 

Hay quienes se creen todas esas cosas, pero habemos otros que gustamos de poner en duda todo lo que parece charlatanería. 

Para eso es necesario contar con una base educativa sólida. 

Por ejemplo, cuando alguien dice que la tierra es plana (a los defensores de esa singular teoría se les conoce como “terraplanistas” y son muchísimos), se ha pasado por el arco del triunfo siglos y siglos de avances científicos. 

Hoy en día no existe duda alguna de que la tierra tiene una forma esferoidal, con irregularidades que corresponden a las montañas y valles, gira en derredor del Sol y a su vez el Sol gira en derredor del centro de nuestra galaxia. 

Los que creen que el futuro se puede conocer por algún método, generalmente no cuentan con esa base educativa mínima. 

No conozco ingenieros, doctores, maestros o arquitectos que defiendan esas supercherías. 

Por eso no entiendo por qué un periódico tan serio como se supone que es El Universal difunde ese tipo de cosas sin poner la advertencia de que se trata solo de entretenimiento. 

Debería promoverse una ley en el Congreso para que todos los medios incluyan dicha leyenda y avisar a sus lectores que solo son cosas inventadas por gente sin quehacer. 

Pero eso sí. Son temas que generan muchísimo dinero precisamente porque hay una cantidad enorme de gente crédula. 

Y todos los adivinos, augures, pitonisos, magos, arúspices, brujos, oraculeros y nigromantes deben ser catalogados como personas que se dedican a la industria del entretenimiento, nada más. 

¿Qué hay gente que sí le pega a lo que profetiza? Hay estudios serios que comprueban que cualquier persona puede atinarle a hechos concretos sin necesidad de ser profeta, porque estadísticamente está dentro de las posibilidades. 

Lo que pasa es que cuando alguien anticipa un hecho y acierta, toda la atención se centra en él. Pero cuando no le atina, no pasa nada. Y así, estadísticamente puede adivinar un 10 o 15% de las veces y un 85% se equivoca. Pero a la gente crédula eso no le importa. Solo se asombran cuando son certeras sus predicciones. 

A mí me gusta poner este ejemplo: Hace varios años Mohny Vidente anticipó que habría en Reynosa un incendio de grandes proporciones en un centro comercial durante la navidad. Yo estuve esperando todo el día y no ocurrió nada. ¿Y a quién le importó? ¡A nadie! 

¡Ahhhh! Pero si le hubiera atinado, todo mundo estaría hablando de eso. 

Mejor aquí los dejo con el refrán estilo Pegaso: “Falacia expresada un millar de ocasiones se trastoca en certeza”. (Mentira dicha mil veces se vuelve verdad).