Al Vuelo/ Por Pegaso

Opinión

Baños

Todo lo que sube, baja.

La narrativa de la ideología de género y la percepción de género, que se habían inflado hasta límites absurdos, ha llegado a su fin.

Las leyes de los países empiezan a acotar la libertad de sentirse como a uno le dé su regalada gana y lo primero que se ha hecho es prohibir de manera tajante, incluso con amenaza de cárcel, a todo aquel hombre biológico, con o sin operación jarocha, que quiera entrar a un sanitario de mujeres.

Fueron muchos los casos que se hicieron virales, donde señoras que veían pasar a los baños de mujeres a sujetos vestidos con ropa femenina tuvieron que enfrentarlos, porque dentro estaban sus hijas menores de edad.

Hubo una ocasión en que un tipo se vistió de niña para entrar a un kínder y violar a las pequeñas. Él se justificaba al asegurar que se percibía a sí mismo de esa manera, y que quienes se burlaban o lo rechazaban le hacían violencia y eran transfóbicos.

En Utah, Estados Unidos, un tribunal finalmente decretó que un hombre nacido biológicamente con los órganos sexuales masculinos de la reproducción, será hombre de por vida.

De esa manera, aunque se haga el cambio de género, ante la ley de ese Estado seguirá siendo machín, quiéralo o no y tendrá prohibido usar el baño de damas.

En muchas otras partes se está tomando el ejemplo y no falta mucho para que llegue nuevamente a prohibirse que salgan vestidos en público con minifalda, maquillaje y zapatos de tacón, a pesar de estar más feos y botijones que el tal Wendy Guevara.

¡Basta ya! ¿Por qué hemos de seguirle el juego a sujetos que evidentemente padecen de algún trastorno mental?

En muchas ocasiones aquí, en este mismo espacio, he tocado el tema de la percepción.

He dicho que, mientras no queramos imponer nuestro punto de vista y no dañemos a terceros, cada quien puede hacer de su cuerpo un papalote.

Tan mal andamos, que incluso hay quienes inventaron un lenguaje “no binario” para evitar sentirse menospreciados o menospreciadas.

La Real Academia de la Lengua no reconoce ese tipo de barbarismos.

Yo no puedo decir: “Mi compañere periodiste hizo une entreviste” porque, aparte de que me oiré ridículo, no tiene caso seguirles el juego a los loquitos.

Qué bueno que las cosas están volviendo a su lugar. Como los resortes que se comprimen y después vuelven a su posición normal, pronto veremos con curiosidad cómo era la vida cuando ni siquiera podíamos voltear a ver a un transexual o travesti porque nos acusaba de transfóbicos.

¡Y menos decirle señor!

En las redes sociales y en los medios de comunicación salieron varios santos varones que recibieron la condena general porque le dijeron “señor” a alguien vestido de mujer.

“No soy señor, soy señorita”,-les contestaban ellos, haciendo un mohín con los labios abultados por el botox.

Hasta ahora, los gobiernos y organizaciones de derechos humanos lo solapaban.

No se trata de que estemos en contra de personas de la comunidad LGBT+, sino que no pretendan hacernos parte de su locura.

Ya lo dije: Pueden hacer de su cuerpo un soberano papalote, pero que no nos acusen cuando, en apego a la verdad, les hacemos ver su verdadero género biológico.

Ya no se vale decir: “Es que yo, desde muy pequeña sabía que estaba en un cuerpo equivocado”.

¡La manga, pos qué!

Se es varón toda la vida si se nace varón, y se es mujer si se nace con los órganos sexuales de la mujer. No hay verdad más evidente que esa.

El resto son ocurrencias de gente sin quehacer.

Viene el refrán estilo Pegaso, cortesía de “La Chupitos”: “Es fémina originaria del planeta Marte, sin glándulas mamarias y con bastón policial”. (Es mujer marciana, sin chichis y con macana).