Por Oscar Díaz Salazar
Si la memoria no me falla, fue a finales de 1993 cuando el gobernador Manuel Cavazos Lerma, ordenó que se aplicará un examen antidoping a todos y cada uno de los empleados del gobierno del Estado de Tamaulipas.
Cavazos Lerma no sólo gobernaba, también predicaba y pugnaba por implementar otra cultura, otra mística, otra actitud entre los servidores públicos. Ese afán de trascender y cambiar las cosas, generó muchas críticas, algunas injustas, otras muy correctas. Creo que aún no se escribe la historia y la reflexión serena y objetiva de su sexenio.
En esa idea de crear el hombre nuevo y de generar el cambio en la burocracia, el gobernador del sombrero quiso limpiar su administración y hacer a un lado a todo aquel que era consumidor de drogas.
Transcurría la tarde de un día laboral, cuando fuimos llamados al piso 11 de la Torre de gobierno vieja, la torre de cristal. La oficina donde yo laboraba como servidor público, en la que me estrené como burócrata, se ubicaba en el piso 10 de la torre que formalmente se llama Torre Gubernamental José López Portillo.
En las esquinas de la citada torre de cristal, había baños con vista al mar, desde donde podías hacer lo que ahí se hace, y a la vez apreciar el paisaje urbano victorense, desde las alturas.
Debo confesar que me sentí nervioso cuando tuve que hacer mi respectivo examen, y no porque tuviera temor a que se revelara alguna adicción. Si se tratara de un examen antichuping, me hubiera preocupado, pues en ese tiempo era aficionado a las Coronitas.
Orinar en un bañito de 2 metros cuadrados, con paredes de cristal, en el piso 11, con la puerta abierta, con un laboratorista y una enfermera cuidando que no hicieras trampa, y con los compañer@s haciendo fila a pocos metros, complicaron la misión, que más bien era micción, y que consistía en llenar un recipiente minúsculo de orina calientita y espumosa.
El tamaño del depósito en el que tendría que verter la orina, inhibía la acción que normalmente es sencilla e instintiva, pero que en esa situación me generaba temor, de orinar mis pantalones, el piso, o de no poder parar el chorro, cuando por fin lograra iniciarlo.
Antes que ayudarme, me cortó la inspiración el exhorto que me hizo el cumplido servidor público enviado a recoger las muestras de orina, que ante mí demora me alentaba: ¡Vamos mi buen! ¡Tú puedes! ¡Concéntrate! ¡Échale ganas!
Sin mancha en el honor, ni en el pantalón, superamos esa prueba, en la que tampoco hubo mancha en el expediente laboral, cuando semanas después notificaron el resultado del examen.
Me acordé de estas historias porque, aunque no lo contempla la ley, creo que es útil, conveniente e importante que quienes buscan hoy la confianza y el voto de los electores, para ocupar un cargo de elección popular, nos prueben que no tienen problemas de adicción a las drogas.
Y para no escribir en abstracto, me permito personalizar esa recomendación de aplicarse un examen antidoping y mostrarlo al público, al ex gobernador Eugenio Hernández Flores, a quien se señala (la vox populi y el pueblo sabio) de tener gusto por esas substancias que dan risa…. Y de quien sus amigos afirman que «ya está limpio», (bien por él, si es cierto).