Reflejos de un corazón/ Por: Juan Torito Ramírez

Opinión

EN MI CUARENTENA

Todos o la gran mayoría de las personas que conozco, se sienten desesperados por estar viviendo un encierro, que es obligado por un virus llegado desde Oriente.

Es difícil para todos porque nos sentimos como leones enjaulados. Nos sentimos oprimidos y tristes. Porque según nosotros nacimos para ser libres, pero seguimos siendo esclavos de nuestros propios vicios y nuestros propios miedos.

– Queremos salir, porque queremos disfrutar del mundo, pero deberíamos pensar para que salimos, si solo le hacemos daño. No lo cuidamos, no lo valoramos, lo estamos matando.

– Decimos qué extrañamos a nuestras familias, y queremos salir a abrazarlos. Pero la pregunta es cuando todo estaba  bien ¿por qué no lo hicimos?, dejemos a un lado nuestra hipocresía y no anhelemos algo que no hemos hecho.

– Queremos salir corriendo, para decir un te quiero, pero jamás nos hemos atrevido a decírselo en persona. Solo lo decimos por mensaje, o por una llamada. En este mundo, no hay cosa más linda que decirlo cara a cara y mirando a la otra persona, ya sea familiar, amigos, o pareja.

– Somos tan apegados a nuestro aparato celular y adictos a las redes sociales, que pensamos que al compartir, opinar o darle un me gusta, estamos contribuyendo para mejorar el problema. Que nuestras acciones ganen sonrisas sinceras cuando ayudas a los demás. Más sonrisas, más satisfacciones, menos liks, menos me encantan.

– Decimos amar a nuestros padres, decimos tener la mejor familia, la presumimos en fotos y videos. Pero en estos momentos no somos capaces de resolver problemas, desacuerdos, pedir disculpas o pedir perdón. No es el virus, es nuestro orgullo el que mata los lazos familiares.

-Decimos estar aburridos, de estar en casa de no hacer nada, pero tampoco somos generadores de actividades que animen, motiven o alienten a mantenernos en casa. Queremos que nuestra mente se entretenga con lo que solo nos ofrecen las pantallas del celular o la TV.

-Somos incapaces de tomar un libro, ver un documental, jugar con los hijos, platicar con las personas mayores que están en casa. La tecnología nos ha quitado la capacidad de imaginar y de soñar.

-Nos gusta ser tan informativos, que nunca investigamos más allá de nuestras narices. Creamos ambientes tóxicos con nuestra desinformación que ocasiona pensamientos negativos. Somos tan pobres que no podemos compartir o transmitir un poco de pensamientos positivos.

-La educación que tenemos, nos hace creer que el ir en contra de las leyes o reglas es bueno. Nos hablan de quedarnos en casa, y nos vale madre, queremos salir sin tomar medidas y sin pensar en los demás.

-Queremos salir y no querernos a nosotros mismos, que al estar ya enfermos queremos que el gobierno solucione nuestros problemas.

Pero ante tanta negatividad, desesperanza y falta de sensibilidad con el prójimo. Todavía hay personas que todos los días se levantan, y te regalan pequeñas luces de esperanza y de ánimo.

Esperanza al ver a los trabajadores de la salud, que día a día se levantan con la convicción de salvar todas las vidas posibles, en esta batalla que vivimos contra este virus. Esas personas de bata y uniforme blanco, que al llegar al campo de batalla, se visten con su armadura, y salen a luchar, con un pensamiento de victoria que al mirar a cada paciente sonreír, su espíritu se fortalece como si fuera un superhéroe.

Sé que además de ellos hay más personas que trabajan y su función también es importante, como los policías, que a pesar de la pandemia, la delincuencia no se detiene, pero como vivimos en un entorno lleno de violencia en todos los aspectos, es poco reconocida su labor. O los bomberos o protección civil, que siempre están alertas ante cualquier dificultad o accidente para poder ser el apoyo de la sociedad.

Esas personas, comerciantes, vendedores o aquellas, que a pesar de lo peligroso que puede ser el estar en la calle, salen a llevar el sustento de sus familias, son el pilar económico de muchas casas, es por eso que salen a trabajar, sorteando y esquivando el peligro.

Yo creo en un Dios que es misericordia y amor, que es bueno, pacífico y sanador. Es un Dios que muchos lo juzgan, lo ignoran, se burlan de él, lo humillan y creen que es una fantasía. Pero a pesar de todo el se muestra piadoso y compasivo, que abre sus manos y acoge en su regazo a todos. Muchos creen que murió en una cruz, y que seguimos hundidos en una depresión por eso. Pero es un Dios que venció a la muerte, y la cruz no lo detuvo. No se quedó  en una tumba, su resurrección nos trajo esa luz, esa esperanza de que a pesar de las tribulaciones, el dolor, la tristeza y las lágrimas. Algo nuevo vendrá, es un Dios que cada día se levanta como el sol, nos brinda su calor, ese calor de amor, que resplandece he ilumina nuestro rostro, con esa caricia fraterna, como la de una madre a su hijo. Generemos pensamientos positivos, dejemos los auto retratos a un lado, y oremos un poco más. Abandonemos un poco las redes sociales y ayudemos a nuestros hermanos, si es que tenemos la posibilidad. Que nuestras acciones no estén bajo una cámara, si no que estén bajo la encomienda de ser mensajeros de esperanza y ser antorchas que den luz al mundo. Un mundo que hoy se regenera y se da un respiro para seguirnos dando lo mejor de él, para que sigamos maravillándonos, con sus hermosas postales naturales que nos regala día a día.