CRITICA CONSTRUCTIVA, OBLIGACIÓN DE PERIODISTAS

Opinión

SIN FILTROS

Por Brenda Ramos

El 7 de junio de 1951, México despertó hablando de libertad. Ese día se instauró la conmemoración de la Libertad de Expresión, para reconocer a la prensa libre como uno de los pilares de la vida democrática. Hoy, más de siete décadas después, esa libertad sigue siendo un derecho vigente… pero frágil.

Este 2025, las cifras no mienten: al menos seis periodistas han sido asesinados en el país, y se han documentado más de 178 agresiones no letales. La impunidad supera el 90 %. En México, informar aún puede costar la vida.

En Tamaulipas sabemos lo que eso significa. Durante el sexenio de Francisco García Cabeza de Vaca, la censura era el pan de cada día. El control de medios, las presiones disfrazadas de denuncias, las campañas negras y los silencios forzados formaban parte de lo cotidiano para quienes ejercían el periodismo.

Y aunque hoy el exgobernador ya no está en el estado, sino en Texas, el temor que dejó no ha desaparecido. Muchos periodistas tamaulipecos aún le temen, porque conocen sus alcances, su manera de operar y lo que es capaz de hacer.

Por eso tuvo peso que este 7 de junio, el gobernador Américo Villarreal Anaya recordara que “En Tamaulipas ya no hay mordaza ni censura.” Y más allá de la frase, lo importante fue el contexto: hoy, nadie es perseguido por disentir, los medios publican sin amenazas, las críticas se debaten y no se castigan.

Puede ser que no todos estén de acuerdo con la forma de gobernar, y eso es válido. Pero lo que ya no existe es el miedo a decirlo. Ciudadanos y periodistas ejercen su derecho a expresarse libremente ya que, quien está preparado para gobernar, escucha. Quien no lo está, censura.

Porque la crítica no incomoda a quien no tiene nada que ocultar, y cuando un gobierno ve a la prensa no como enemiga, sino como espejo, demuestra más confianza que cualquier eslogan.

La prensa no está para sabotear ni para aplaudir. Está para decir lo que la gente comenta en la calle, para señalar lo que duele, para conectar a los gobiernos con la realidad. Por eso, los gobiernos que entienden eso, no solo garantizan libertad: se fortalecen.

Ese mismo tono se vivió en Altamira, donde el alcalde Armando Martínez Manríquez ofreció un encuentro cálido y respetuoso con los medios, y dejó claro que no busca halagos:

“Yo no les pido que hablen bien del presidente; les pido que hablen la verdad del presidente.”

Reconoció que sin credibilidad no hay gestión que aguante. Y que la crítica —aunque incómoda— es necesaria para corregir, ajustar, mejorar.

“Cuando me dicen que algo no está bien, no me enojo. Lo agradezco. Eso me permite corregir.”

En lugar de rodearse de halagos, eligió escuchar lo que la gente siente y piensa a través de los medios. Porque, como él mismo dijo, la prensa no debe decirle al gobierno lo que quiere oír, sino lo que necesita saber.

Y en Ciudad Madero, el alcalde Erasmo González Robledo, una figura a menudo criticada por su crecimiento político a nivel estatal y nacional, optó por mantener el canal abierto con la prensa.

Pese al nivel de escrutinio que es normal que tenga quien sobresale, eligió convocar, reconocer y convivir con el gremio, entendiendo que la libertad de expresión no se restringe a las opiniones cómodas. Ese tipo de gestos hablan de un liderazgo que no necesita blindarse para gobernar.

Porque a pesar de las cifras que duelen —las muertes, las amenazas, los intentos de censura—, hay algo que sí puede celebrarse: que existan gobiernos que, aun en medio de la crítica, eligen no cerrar los oídos, no levantar muros, no apagar voces.

Gobiernos que saben que los medios no son enemigos, sino brújulas, y que reconocer la libertad de expresión no es debilidad, sino madurez.

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