SIN FILTROS
Por Brenda Ramos
Anoche la noticia corrió como reguero de pólvora: la Fiscalía Especializada en el Combate a la Corrupción confirmó que, en continuación de audiencia celebrada el 12 de julio en Nuevo Laredo, un juez de control vinculó a proceso penal a Enrique Rivas Cuéllar, exalcalde de ese municipio, por los delitos de ejercicio ilícito del servicio público y uso indebido de atribuciones y facultades. El caso gira en torno a la compraventa irregular de un terreno por más de 66 millones de pesos, destinado a un Centro de Convenciones, operación que violó disposiciones legales y causó un daño al erario. Se le impuso prisión preventiva justificada por riesgo de fuga, y tiene 48 horas para entregarse voluntariamente; de no hacerlo, será considerado prófugo.
Pero la historia de Rivas se remonta a décadas atrás, y hay que recordarla para entender el mensaje en el presente. Quienes conocen la política local saben que todo comenzó mucho antes de 2021 o 2016. En los años setenta y ochenta, don Carlos Cantú Rosas y don Enrique Rivas Ornelas compartieron respeto, ideas y espacios de poder en Nuevo Laredo. Uno fue líder político opositor; el otro, periodista y dirigente sindical. De aquella relación surgió una confianza que sus hijos heredaron.
En 2013, Carlos Canturosas Villarreal ganó la alcaldía con una agenda ciudadana. Enrique Rivas, diputado local de 2013 a 2016, se integró a su círculo, lo respaldó desde el Congreso y se convirtió en pieza clave de su proyecto. Para 2016, Carlos era el candidato natural a la gubernatura; tenía fuerza, estructura y presencia. Eso activó las alarmas en Cabeza de Vaca, quien ya operaba el control del PAN estatal. Desde ese momento comenzó la persecución. A Canturosas lo movieron para impedirle la reelección y, a cambio, le permitieron proponer a su sucesor. Eligió a Rivas, para honrar el legado de amistad que unía a sus familias y confiando en la lealtad de quien decía ser su amigo y aliado.
Sin embargo, ya en el poder, Rivas desarmó la estructura que lo había sostenido, se alineó con el entonces gobernador Francisco García Cabeza de Vaca y, durante la persecución política contra Canturosas en 2018, guardó silencio absoluto. No intervino, no defendió y permitió que la narrativa del exilio se tejiera mientras él consolidaba su poder.
En 2018 ganó de nuevo, convirtiéndose en el primer alcalde reelecto de la ciudad, dado que entre su primer periodo (2016‑2018) y el segundo (2018‑2021), hubo reforma legal que lo permitió. Ya seguro, presumía relaciones con autoridades estadounidenses y contactos en la frontera norte; suponer que eso lo haría intocable resultó un grave error. Ahora que el proceso llegó, nadie levantó el teléfono, se quedó solo, le llegó el karma. La política de cero tolerancia anticorrupción de Estados Unidos no perdonó, y nadie metió ni meterá las manos al fuego por él.
El caso que hoy lo tiene contra la pared no es menor: la Fiscalía le imputa haber autorizado en 2021 la compra de un terreno para un supuesto Centro de Convenciones, por un monto de $66,702,144.00 pesos, sin cumplir con los requisitos de ley, generando un daño directo al patrimonio municipal. El juez otorgó tres meses de plazo para la investigación complementaria, que concluye el 13 de octubre.
La vinculación de Rivas no es un caso aislado. Fue pieza activa del cabecismo, que entre 2016 y 2022 tejió poder mediante favores, contratos y silencios. Hoy algunos de esos actores ya pusieron sus barbas a remojar: Félix “El Moyo” García, Yahleel Abdala, quienes siguen en el PAN. Pero fuera de Nuevo Laredo, hay quienes están en la misma situación. Han buscado cubrir su pasado cambiándose de partido y de ideología. De estos, incluso hay quienes hoy ocupan cargos públicos. Piensan que eso los mantiene en la zona segura.
Pero la historia de Rivas demuestra lo contrario: todos los que tengan cuentas pendientes van a caer. La marca del establo vacuno no se les borra ni pintándose de verde.
En cuanto a Rivas y aquellos que van traicionando por la vida, diremos que el poder no transforma a las personas: solo revela lo que ya eran.
Ayer cayó Enrique “El Judas” Rivas, el que se sentía intocable, arropado por Francisco y confiado en sus amigos del norte. Pero su turno llegó, ya entró al riel, como en los rastros donde el movimiento es lento pero seguro. Los demás que sirvieron al cabecismo —algunos alcaldes, otros legisladores— aún en funciones creen que cambiando de corral evitarán el destino. Otros en el basurero de la política, rechinan los dientes y se muerden las uñas, pues su turno se acerca.
Saben que los carniceros de ayer, siempre son las reses de mañana.