REFLECTOR
Gilda R. Terán.
Conocer lugares de ensueño y de mucha historia de nuestros antepasados es un
deleite para el espíritu, y aquí en Tamaulipas abundan pueblos mágicos en los
cuales se pueden admirar sus bellezas naturales.
Y para muestra, el municipio de San Carlos se erige como un monumento al
origen del aguardiente mezcalero y el baile regional de la Picota, y rodeado
por centinelas montañosas destaca el Cerro del Diente.
Y hoy por hoy, aún existen las majestuosas casas de sillar con un estilo sobrio
norestense, con grandes fachadas, un sinfín de puertas y ventanales de
herrería, y techos altos, pero estas eran propiedades de las familias ricas.
De acuerdo con datos históricos se fundó este municipio el 26 de junio de
1766 y desde entonces se convirtió en punto de referencia para las rancherías
poblados aledaños.
Ya en 1769 fue capital provisional de la Nueva Santander, pero sólo unas
cuantas familias provenientes de Burgos y Linares se asentaron en esos
alejados lugares y vivieron de la caza abundante y de la escasa agricultura de
temporal.
En tiempos del virreinato fue importante frente a la Corona por su potencial
minero, actualmente se extrae mármol negro, gris y blanco de los cerros de la
zona y durante la última mitad del siglo XX fue yacimiento de piedras
preciosas.
Además, San Carlos destaca por la belleza natural de su paisaje montañoso, el
Cerro del Diente, aunado a la producción de mezcal, su comida tradicional
como la machaca y sus atractivos turísticos como la Hacienda de la Gavia y el
Polvorín.
Y en estas tareas de promover el turismo, el Gobierno del Estado, lo sigue
impulsando, invitando a conocer pueblos mágicos de Tamaulipas, los cuales
siempre han destacado por su cultura y tradiciones.