DUERMASÉ

Opinión
AL VUELO
Por Pegaso
John Milton, el famoso hipnotizador, fue asaltado y despojado de su lujosa camioneta Cadillac Escalade del año.
Tan fácil que hubiera sido someter a los ladrones con solo una palabra: “¡Duérmase!” Y los amantes de lo ajeno hubieran caído en profundo trance.
Pero es que no es lo mismo la vida real que hacer el show en algún teatro, con improvisados actores pagados.
Y no es que el tema de la hipnosis no exista. Está clínicamente comprobado que funciona. Es una sugestión que funciona en varios niveles, pero es muy difícil que alguien pueda influir completamente en la voluntad de un tercero. Si no existe la completa colaboración, es imposible tomar el control de alguien con solo sugestionarlo.
Se ha dicho tanto de este tipo de shows, que existe toda una polémica en las redes sociales.
Es fama que en espectáculos como el que monta el citado John Milton, hay patiños que siguen un guión al pie de la letra para crear la ilusión de la hipnosis.
En términos generales, la presentación consiste en la demostración de que el hipnotismo influye en el comportamiento inconsciente del sujeto y que este puede funcionar como terapia correctiva. Por ejemplo, que el fumador puede dejar de fumar después de una sola sesión.
Dicho lo anterior, John Milton sube a un grupo de personas al escenario y las induce a un trance profundo. Suele mostrar algunos efectos. Por ejemplo, coloca dos sillas y ubica a la persona en los respaldos, en postura rígida. Incluso en ocasiones pide a alguien que se coloque sobre ella para demostrar que la mente puede controlar al cuerpo.
Y así, sucesivamente. Ordena a una mujer que cacaree como gallina, que ladre como perro o que se arrastre como serpiente.
Situaciones hilarantes que el público disfruta asombrado, ya que se le ha hecho creer que todo eso es posible gracias al poder de la hipnosis. Y eso le confiere al hipnotista un halo de poder y fascinación tremendos.
Pero parece que eso no le valió de mucho al popular personaje.
Interceptado por un grupo de hombres fuertemente armados, se le frunció el asterisco y prefirió quedarse quietecito y calladito, antes que tratar de hacer algún truco de hipnotismo.
Lo más probable es que los tipos ni siquiera supieron a quién asaltaron. Ignoro si, al haberse identificado le hubieran tenido algo de miedo o respeto, por aquello de que los habría podido hipnotizar sin ningún problema solo diciéndoles: “¡Duérmase!”
O tal vez tomó la mejor decisión.
Hace tiempo le pregunté a un amigo, desafortunadamente ya fallecido, qué era lo mejor, resistirse a un asalto o entregar nuestras pertenencias cuando somos amenazados por un arma de fuego.
Mi amigo era cinturón negro en karate y me respondió: “Lo mejor es entregar la cartera”.
Palabras sabias, si consideramos que no vale la pena correr el riesgo de salir heridos o muertos por un arrebato.
Pero John Milton sí pudo evitar el hurto de su camioneta. Solo bastaba con hipnotizarlos y los ratas hubieran quedado paralizados.
La nota que se publicó ayer causó la curiosidad de los usuarios de las redes, precisamente, porque demuestra que la mayor parte de las presentaciones de este tipo son puro show, puro entretenimiento.
En realidad la hipnosis y la sugestión tienen valor clínico bajo condiciones controladas. Es sumamente difícil que alguien, si no quiere ser hipnotizado, caiga bajo el control de un tercero, así sea el más experto mesmerizador.
Por eso, aquí nos quedamos con el refrán estilo Pegaso, cortesía de Kalimán que dice: “No existe manifestación con mayor poderío que la conciencia del Ser Humano”. (No hay fuerza más poderosa que la mente humana).
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