Por Oscar Díaz Salazar
En el barrio donde pase mis años de infancia y adolescencia, en Reynosa, vivió por un tiempo uno de los líderes del cartel de la última letra.
Uno de sus apodos, formado por la letra final del alfabeto y un solo dígito, nos revela el alto nivel que tenía en la estructura de mando de su organización.
Me refieren mis vecinos que el sujeto vivía con una mujer “es pec ta cu lar”, hermosa en grado superlativo, buenísima, voluptuosa, cachonda, exhuberante y un largo etcétera que prefiero omitir para que no me acusen l@s feministas de misogino y de que pretendo cosificar a las mujeres.
Dos eran los “peros” con los que atenuaban la elogiosa descripción de la mujer del vecino, uno era el del calificativo de buchona, y el otro el de la costumbre de provocar celos en su pareja y a la vez conflictos con todos los que se atrevían a mirarla.
La mujer, como si se tratara de provocar una pelea de rotwailers meneando un trapo en la cara de los canes, reclamaba a los hombres que deleitaban la pupila con sus formas, por atreverse a dirigir la mirada a alguna parte de su cuerpo o al conjunto, que como ya lo escribí antes, estaba muy bien proporcionado.
El reclamo de la vecina con frecuencia era secundado por su pareja, un tipo celoso y muy peligroso, pues no por nada era uno de los líderes de un grupo delictivo creado precisamente para pelear, para defender y atacar, y que en sus orígenes estuvo integrado por ex militares de élite.
Me acordé de esa pareja que escenificó muchos conflictos, por temas sin importancia, por asuntos que no son delitos, pues afortunadamente sigue siendo válida la expresión del Piporro que afirma: “la vista es muy natural”, al leer y observar los detalles del problema que tuvo un periodista con el Payo Gattas y su esposa, el alegato en el que el presidente amenazó al periodista con demandarlo, por haberle faltado el respeto a su esposa.
Porque ya vi esa película con los Gattas, me parece que no tienen razón en cuanto a la falta de respeto que pudo haber tenido el colega periodista con las esposa del alcalde capitalino, al que podríamos aplaudir el enorme empeño que pone en cuidar a su compañera, sino supiéramos de los antecedentes de violencia doméstica que tiene el edil victorense.