Juan Carlos Rodríguez Terrazas/ EL SINODAL DE TAMAULIPAS
Hace 12 años (2013) que justo se cumplieron este 4 de octubre, dejó el mundo mi jefecita santa, Ma. GUADALUPE YOLANDA TERRAZAS CALLES (QEPD).
Quienes ya hayan pasado por este terrible trance deben saber que este es un dolor muy grande y profundo, un impacto de soledad, vacío e impotencia, todo junto, que seguro seguiremos arrastrando por el resto de nuestras vidas.
Hoy, sentado en mi sillón favorito evoqué los maravillosos recuerdos de su existencia y a su lado.
Durante horas he repasado los instantes maravillosos de mi humilde, pero feliz niñez; fue ella quien me enseñó a leer y a escribir; luego vino la rebeldía de mi adolescencia; lo errático de mi precoz juventud y después el rápido atardecer de los demás años que me han traído la alegría de mis hijos, la feliz recepción de cada uno de mis nietos, hasta la triste despedida de mi madre, a la que se sumé 7 años después, en el año 2020, la de mi padre don JESÚS RODRIGUES TORRES, que se había convertido para entonces en el mejor de mis amigos, y que fue otro “madrazo” del que aún no me repongo.
Hoy ha sido una tarde de nostalgia en la que he apreciado recuerdos que atesoro en mi corazón con la frágil delicadeza de quien cuida el botón de un rosal.
Hacia el final de esta noche mágica, he dado las gracias a Dios, por el hermoso placer de vivir mi gran riqueza, sin salir de la justa medianía, convencido que el supremo nunca nos dará ni más, ni menos de lo que en justicia merecemos.
Gracias Dios por los años de existencia de mi madre y de mi padre, de mis hermanos y toda esa numerosa familia de principios y valores que justamente son el fruto esencial de la empeñosa crianza y los benditos genes de mi mamá doña YOLANDA TERRAZAS, a quien en este aniversario de su fallecimiento la bendigo con el corazón en la mano y con lágrimas sinceras, reafirmándole que me ha hecho mucha falta, que la he extrañado siempre y que la seguiré venerando hasta el último suspiro de mi existencia.
De verdad mamá, te amo y te agradezco todo cuanto hiciste por enderezar este necio “árbol torcido” y “cabeza hueca”, anhelo se cumpla la máxima promesa del creador sobre el reencuentro en la eternidad, allá renovaremos las charlas que muchas veces dejamos pendientes, te mando un enorme abrazo, un beso y deseo viejita hermosa, que en el bello paraíso sigas descansando en paz…