GOLPE A GOLPE
Por Juan Sánchez Mendoza
El pliego petitorio de los agricultores y transportistas que han bloqueado al menos veinte carreteras en diversas entidades del país, es tan amplio que, difícilmente, el Gobierno federal accedería a todas sus demandas. Por eso las negociaciones no han podido avanzar. Y menos, cuando media –por lo sospecho–, un interés político de parte de algunos grupos paristas
Las peticiones principales que se hacen a la Federación son 1) precios justos para sus productos, 2) mayor seguridad en carreteras, y 3) apoyos para la producción.
También protestan contra la reforma a la Ley de Aguas Nacionales, ya que la consideran perjudicial para sus actividades agrícolas, pues afecta el acopio de agua de lluvia o la posibilidad de heredar concesiones de agua.
En parte tienen razón, considerando que la grave crisis que enfrenta el campo mexicano de ningún modo podrá aliviarse 1) echándole la culpa a los propios agricultores, 2) dando todas las facilidades a los productores extranjeros, como se contempla en el acuerdo comercial trilateral (T-MEC), ni 3) perdiendo el tiempo buscando culpables de este deplorable fenómeno provocado por el mismo hombre, para dar paso al análisis que permita encontrar soluciones tangibles que contribuyan a recuperar (la mayor) parte de lo perdido y, sobre todo, ofrecer que se revisen los términos de ese acuerdo comercial que pone en desventaja a los agricultores de acá de este lado del río Bravo.
Pero esto sólo se lograría habiendo disposición; cuando el interés comunitario en verdad rebase los intereses personales, de grupo o de partido, y se esté convencido de que sólo beneficiando a los que menos tienen es la mejor manera de avanzar juntos para enfrentar la globalización que amenaza con aniquilar el campo mexicano.
Durante los últimos días –derivado del paro nacional de agricultores y transportistas–, una y otra vez, se han escuchado voces que invitan a defender los intereses del sector agropecuario.
Pero son pocas las que plantean cómo y cuándo hacerlo, sin que se piense que sus emisores lo hacen única y exclusivamente para llamar la atención; buscar los reflectores o simple y llanamente por mera demagogia, como podrían ser los casos de los dirigentes partidistas –de todos los partidos políticos, sin excepción–, que nada coherente plantean al respecto y sí, por el contrario, coinciden en señalar que el campo mexicano no puede esperar más.
No sólo porque ya se ha esperado demasiado, casi un siglo, sino porque la entrada en vigor del T-MEC en lo que respecta a la agricultura y ganadería, ha activado una verdadera bomba de tiempo.
Y no es cuento.
Por eso la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo debe poner atención especial a este sector tan abandonado por los regímenes priistas, panistas y el morenista que la antecede.
Algunos analistas refieren que el ex presidente, Andrés Manuel López Obrador, como sus antecesores, durante su régimen evidenció falta de interés para atender adecuadamente a los campesinos de México.
Y más: su carencia de sensibilidad para evitar la confrontación con los agricultores, que, en tiempo y forma, tildaron su política en la materia como un acto de provocación, pues éste no descansó en recriminarles que no aceptaran, como suya, toda la culpa por la crisis que atraviesa el campo, al que poco le invirtió recursos federales.
Cito lo anterior por creer que el tabasqueño, con esta su actitud, quiso aminorar los reclamos en su contra.
De cualquier forma, no se puede soslayar que los membretes campesinos, durante décadas, también le han causado serios estragos al sector. Y cabe recordar que en otro tiempo el tipo de organización social, política y económica que manipulaba a los hombres del campo, se ajustaba al corporativismo priista.
Con tres metas bien marcadas:
1) La regulación del acceso a los recursos naturales;
2) La legitimación de la representación social en las comunidades, los municipios y los estados; y
3) La planeación de la producción agropecuaria mediante el control de precios, la comercialización y la asesoría técnica.
Es obvio que el esquema resultó un fiasco, porque fuera de teorías y palabrería barata, en la práctica los campesinos resultaron mayormente explotados y se les utilizó, de entonces a la fecha, como carne de cañón en los procesos electorales.
Los regímenes presidenciales del Partido Acción Nacional (PAN) en su oportunidad, aún hicieron menos por los campesinos, orillándolos a emigrar por los altos costos de producción e infames tarifas de comercialización; al retirarles apoyos y privilegiar la entrada de granos extranjeros al país, para disfrazar la verdadera situación de los agricultores.
En fin, prometer no empobrece, reza el refrán, así que la palabra de la señora presidenta despierta la esperanza campesina.
Sin embargo, por intereses políticos, más que por preocupación hacia el sector agropecuario, en todo el país se han movilizado grupos que nada quieren saber del sistema establecido, aun cuando el secretario de Agricultura y Desarrollo Rural, Julio Berdegué Sacristán, varias veces los ha llamado al diálogo para revisar y renegociar los apoyos.
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