Obviamente no aludo a una vejez cronológica. Sí, a un deterioro y a una acentuada oxidación del trabajo partidista, empezando por la desoladora ausencia de propuestas a favor de la sociedad.
Veamos primero el tema del PAN Tamaulipas, con un Luis René Cantú Galván que ya de “Cachorro” no tiene nada, y se ha convertido en fósil inamovible, apuntalado por la familia Cabeza de Vaca.
Yo no se que opinen las y los ciudadanos que se sienten identificados con el panismo, el cual, no siempre estuvo secuestrado por un grupo faccioso de poder. A todos los que hemos escrito en torno al escenario político, nos consta que dicha membresía llegó a ser legítima plataforma ideológica de mujeres y de hombres libres en Tamaulipas.
A esas y esos militantes les correspondió la gloria partidista de abrir camino. Y de sentirse orgullosos de competir en buena lid, enarbolando la crítica, pero también las propuestas.
De manera que, el gran mérito en el PAN, le corresponde a esos militantes históricos y fundacionales. Fueron ellos los que lo construyeron, y estos de ahora, los texanos, fueron sus destructores, y los que siguen acaparando el membrete, para fines personales.
Vienen a mi memoria nombres como Leonor Sarre o Lydia Madero, dos combativas damas que dieron la cara en las calles, cuando el proceso de crecimiento en dicha membresía, aun estaba en pañales.
Eran pocos, es cierto, pero auténticos luchadores por la reivindicación ciudadana. Sarre siempre fue una mujer de clase media, con un nivel económico, basado en la cultura del esfuerzo.
Lydia pertenece a una familia coahuilense de clase alta, con educación y dignidad. Pero ante todo respetuosa del manejo del dinero público. Justo por eso no encajó en el proyecto sexenal de los texanos. Se deslindó muy temprano de ellos.
Ahora veamos que ha ocurrido en el PRI.
En el tricolor sucede algo parecido. El abrumador centralismo de Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, ha terminado por asfixiar las posibilidades de crecimiento.
No nos extendemos sobre el asunto priísta, porque ya se ha escrito mucho sobre el tema. Y porque el éxodo masivo de cuadros políticos, habla más que mil palabras.
De todo este recuento, surge la pregunta que actualmente tiene una inusitada vigencia, ya no solo en el PAN y en el PRI, sino hasta en el partido MORENA.
¿En que momento los partidos políticos se convirtieron en botín de familia? Se trata de una realidad del todo interesante. Porque dicho vicio, es actualmente uno de los principales factores de la degradación democrática, y la descomposición de valores y principios, antaño respetados.
Heredarle el poder político a las esposas, a los hijos, a los hermanos. Imagínese, todo esto es lo que está en juego, de cara a la elección del 2027. Con este lastre de caudillismos y familias empoderadas en los partidos, avanzamos hacia una de las más grandes elecciones de nuestro país.
No sabemos que es lo que va a pasar. Pero esperemos que finalmente se imponga el derecho de la sociedad a oxigenarse mediante fórmulas ajenas a las dictaduras familiares. Grupos empoderados que navegan amparados pajo relaciones de control político e influyentismo.
El tema de esta columna, es el envejecimiento opositor. Una esclerosis derivada en gran parte del férreo control unilateral en expresiones partidistas como el prianismo.
Pero igual en MORENA, se corre el riesgo de padecer un reciclaje de familias y de actores políticos en los municipios.
¿Ese era el sueño de Andrés Manuel López Obrador y de Claudia Sheinbaum, cuando lograron fundar MORENA en nuestro país..? Nos parece que no. Y en ese sentido, suena lógico que ahora le quieran cerrar la puerta a familias como los Gallardo, los Monreal y muchos otros.
En lo que a la oposición tamaulipeca se refiere, se observa sin presencia política. Hueca, y ausente de la sociedad. Una oposición fosilizada.
En ese espejo debe verse MORENA.
