Mis datos/ Por José Ángel Solorio Martínez

Opinión

El panista ejemplar

 Era Rogelio Zapata Verástegui, un hombrón –como los héroes de Marcial Lafuente Estefanía– de más de seis pies de estatura. Vestía todo de kaki. Mostraba así, orgullosamente su origen social: obrero-empresario. Llevaba unos gruesos lentes de aumento. (Era propietario de un torno, que personalmente operaba cuando sus trabajadores por alguna razón no asistían a cumplir sus trabajos en el taller).

 Honorable y vertical, como pocos en Río Bravo, Tamaulipas.

 Casi estoy seguro, que fue el primer militante del Partido Acción Nacional (PAN) en nuestro pueblo. Era un personaje raro, excepcional, toda vez que la mayoría de los ciudadanos simpatizaban con el PRI o con la Izquierda personalizada en el Partido Comunista Mexicano (PCM) o la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC).

 Era panista, pero no fanático del PAN.

 Participó con una gran vocación democrática, en aquellas luchas del Partido Auténtico de la Revolución Mexicana (PARM) por la alternancia en la década de los 70 al lado de su amigo –en esos años, todos éramos amigos en el pueblo– Edilio Hinojosa López. Nunca negó su sangre panista; eso, acrecentaba el respeto de sus adversarios que lo percibían como un hombre ejemplar.

 Y realmente lo era.

 Otro asunto era para Rogelio, el PRI.

 Los priistas, eran sus amigos; no el PRI.

 En Río Bravo, el PAN mostró una larvaria organización hasta el final de los años 80. Antes de esta década, cuando algún periodista quería conocer la opinión del PAN riobravense, buscaba a Rogelio Zapata. Sus opiniones, eran más bien las de un ciudadano; no las de un dirigente panista.

 Su visión transversal de la política, lo llevó a salir a la calle, hombro con hombro, con los comunistas Severiano Ponce, Frausto Hernández, Elpidio Tovar, Rodolfo Lira y Goyo Luna –una tarde en el Café Impala me contó que Rogelio Zapata en ocasiones apoyaba monetariamente al PCM– pidiendo elecciones limpias.

 Lo vi marchar alegremente, con parmistas, agricultores y comunistas, en cualquier evento de masas que puchaba por mejorar la sociedad y el sistema político que nos tocó vivir.

 Viejón ejemplar.

 En mucho, a gente como él, Río Bravo le debe haber sido uno de los municipios tamaulipecos, en que la alternancia llegó para quedarse.

Pocos personajes de la vida política riobravense, con la tolerancia monástica del formidable Rogelio Zapata Verástegui.  Mucho le debe el panismo, a este militante sin par.