Al Vuelo
Por Pegaso
El machismo prevalece en Mexicalpan de las Tunas, y una de las formas más curiosas de manifestarse es nuestro odio a los ginecólogos.
Claro. A nadie le gusta que otro hombre escudriñe las intimidades de nuestras parejas, pero hay quienes se van al límite y exigen que su media naranja se atienda exclusivamente con ginecólogas.
Por definición, el ginecólogo es el médico especialista en la salud del sistema reproductor femenino. Su labor incluye orientar, prevenir y tratar diversas alteraciones, como infecciones, problemas menstruales y cuestiones de fertilidad. La ginecología abarca aspectos cruciales como la sexualidad, el embarazo y la prevención de enfermedades. Además, los ginecólogos se ocupan de la salud de órganos como el útero, los ovarios y la vagina, y son fundamentales en el cuidado de la salud de la mujer a lo largo de su vida.
Además, en son de broma que ellos mismos alientan, son los únicos que trabajan ahí, donde los demás se divierten.
Aunque, pensándolo bien, no en todas partes del mundo debe haber ginecólogos. No me imagino yo que en países árabes, donde a las mujeres no las dejan que se les vean ni los juanetes, un tipo soporte que un varón observe, o siquiera se atreva a tocar las partes más pudendas de su consorte. Mínimo, le mocha las manos o la cabeza.
La palabra ginecólogo o ginecóloga viene de la palabra griega antigua gyne, que significa mujer, más el subfijo logía, que significa estudio o tratado. Así pues, la Ginecología se refiere al estudio de la mujer y sus enfermedades.
Una vez sabiendo eso, podemos entender el siguiente comentario que hizo una mujer en las redes sociales y su ingeniosa respuesta:
-¿Por qué chingaos hay hombres ginecólogos si no tienen la más mínima idea de qué se siente tener cólicos, menstruar o tener locas las hormonas?
-Tiene razón. De hecho, los geriatras no deberían tener menos de 70 años, al igual que los pediatras no más de 12. El problema lo encuentro con los oncólogos, que deberían tener cáncer, o los médicos forenses, que deberían estar muertos. Pero ya es hora de que de una vez por todas, cuando vaya al veterinario a curar a mi perro, me atienda otro perro. ¡Tal como debe ser!
Damitas, caballeros: No debemos tener ese tipo de inquietudes. A final de cuentas, solo se trata de personas. Yo quisiera recordar en este espacio a aquel primer varón que se atrevió a prepararse en esa especialidad. ¡Cuánta resistencia debió haber tenido! Se le debe considerar casi, casi, como un mártir.
Aquellas primeras damas atendidas por un ginecólogo debieron decir:
-¡Viejo cochino!¡Mira, que atreverse a decir que va a revisar mis partes íntimas!
Y peor los esposos: “¡Yo lo mato! ¡Yo lo mato!”
Y ciertamente, el ginecólogo, hasta nuestros días, es visto con desconfianza por la mayoría de los hombres casados, que prefieren buscar una clínica donde haya ginecólogas. Y más, si el especialista es un cuate del tipo de Brad Pitt o George Clooney.
Por otra parte, siempre hay que pensar en la salud de nuestra media naranja y buscar la mejor atención médica posible, aún si el médico es hombre, mujer o quimera.
Viene el refrán estilo Pegaso: “Ni padezco ni me consterno”. (Ni sufro ni me acongojo).
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