DOGMAS ORTODOXAS Y DECRECIMIENTO ECONÓMICO

Opinión

Columna Opinión Económica y Financiera

Dr. Jorge A. Lera Mejía.
Especialista Políticas Públicas. ExITAM. Investigador UAT / ANÁHUAC. SNII-2 SECIHTI.

La actual realidad económica mundial y latinoamericana se encuentra marcada por la tensión entre dogmas ortodoxos y la emergencia de modelos neopupulistas y asistencialistas, fenómeno que ha traído implicaciones directas sobre el crecimiento económico, el desempleo y la expansión de la economía informal.

A continuación se expone un análisis articulado a la luz de la economía clásica, el neoclasicismo del tiempo de Joseph Schumpeter y los desafíos contemporáneos.

Legado de la economía clásica, el neoclasicismo y Schumpeter

La economía clásica y neoclásica, representadas por autores como Adam Smith, David Ricardo y posteriormente Alfred Marshall, plantean una visión de mercados eficientes, agentes racionales y equilibrio general.

Este enfoque subraya el papel del libre mercado en la asignación de recursos y la maximización del bienestar social bajo ciertas condiciones de competencia.

Sin embargo, Joseph Schumpeter revolucionó este paradigma al proponer que el capitalismo no es estático sino «dinámico y disruptivo», impulsado por la innovación y el espíritu emprendedor.

Su célebre concepto de «destrucción creativa» resalta cómo la innovación genera ciclos de auge y declive, impulsando el desarrollo aunque temporalmente cause desempleo y reestructuración.

Para Schumpeter, incluso los monopolios temporales pueden ser fuente de progreso, en contraste con la sospecha neoclásica hacia el poder de mercado.

Hoy, la influencia schumpeteriana es palpable en el énfasis contemporáneo sobre el emprendimiento, los fondos de capital de riesgo y la promoción de ecosistemas innovadores, aunque también advierte sobre el riesgo de burocratización y la crítica intelectual interna al capitalismo.

Economía mundial actual: ortodoxia, populismo y asistencialismo

En el escenario global, la ortodoxia económica sigue presente en organismos multilaterales y en los marcos regulatorios de muchas economías desarrolladas; sin embargo, la última década ha visto una proliferación de políticas neopupulistas, sobre todo en regiones emergentes.

Este «neopopulismo asistencialista» prioriza la redistribución inmediata y programas sociales universales, muchas veces en detrimento de la inversión productiva y reformas estructurales de largo plazo.

La ortodoxia, defendida en el mainstream académico y político, sostiene la estabilidad macroeconómica (inflación baja, equilibrio fiscal) y la flexibilidad de mercados laborales.

Pero los populismos contemporáneos —en parte como respuesta electoral a crisis de desigualdad y exclusión— han privilegiado el gasto social y los subsidios como instrumentos centrales.

Estas políticas pueden aliviar la pobreza en el corto plazo, pero tienden a estimular la informalidad y generan presiones fiscales que afectan la sostenibilidad del crecimiento.

México y América Latina: asistencialismo, PIB y empleo informal

En América Latina, el protagonismo de economistas ortodoxos y tecnócratas, especialmente desde los años 90, coincidió con procesos de apertura, privatización e inserción dependiente en la economía global, desplazando enfoques estructuralistas heterodoxos como los de la CEPAL.

Sin embargo, el manejo insuficiente de la volatilidad global y la desigualdad han propiciado el auge de gobiernos neopupulistas que utilizan transferencias, subsidios directos y controles de precios para contener el malestar social.

Estas medidas han tenido efectos ambiguos: si bien reducen pobreza y desigualdad a corto plazo, suelen descuidar el impulso a la productividad, la innovación y la creación de empleos formales.

Por ejemplo: En México y América Latina se muestra desde hace una década bajo crecimiento del PIB, afectado por la dependencia de materias primas, las remesas y la fuga de capitales.

Los programas asistencialistas han incrementado la inclusión social, pero también han estimulado el empleo informal y consolidado «transiciones» laborales poco productivas, generando un círculo vicioso de baja tributación, escaso acceso a seguridad social y volatilidad macroeconómica.

Informes recientes indican que el sector informal contribuye a la amortiguación social en crisis, pero limita la productividad agregada y la capacidad estatal para el desarrollo sostenido.

Conclusión: desafíos estructurales actuales

Así, la economía mundial, la mexicana y latinoamericana contemporánea enfrenta las tensiones entre la ortodoxia y el neopupulismo asistencialista.

El primero prioriza la disciplina macroeconómica y la eficiencia; el segundo responde a urgencias sociales mediante políticas distributivas, pero con costos en productividad y empleo formal.

A diferencia del schumpeterianismo, que realza la innovación como motor del desarrollo, el asistencialismo expande soluciones transitorias en detrimento de transformaciones profundas que puedan impulsar un crecimiento duradero, la formalización laboral y la competitividad global.

El desafío actual es trascender el cortoplacismo populista y la rigidez ortodoxa, optando por reformas estructurales orientadas a la innovación, la diversificación productiva y la inclusión de amplios sectores al empleo formal, bajo una visión schumpeteriana que valore tanto la destrucción creativa como la protección social sostenible…

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